jueves, 28 de enero de 2010

Panorama fulgurante

Miami desde la Bahía vizcaína

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viernes, 22 de enero de 2010

Marathon

Rickenbacker Causeway

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sábado, 16 de enero de 2010

El tiempo

Barajas, España


Time travels in divers paces with divers persons. W. Shaskespeare, As You like It

Los recuerdos son como el tiempo, tienen una duración imprecisa y son tan reales como el pasado el presente y el futuro. ¿Pero puede uno atraparse en el tiempo de los recuerdos? ¿Y en que tiempo nos encontraríamos? Estas divagaciones son contenido de mi pensamiento en el aeropuerto de Madrid mientras esperaba mi vuelo que iba a partir en una hora precisa pero que la nieve impedía tal acometida. Durante horas avión alguno rodaba sobre las pistas de Barajas. Ni siquiera buses ni camiones ni coches de remolque se movían por sus vías. Era un bello panorama ver cubierto el aeropuerto de una blanquísima nieve limpia que no cesaba de caer. Ya algunas de las vías habían sido limpiadas minutos antes por los quitanieves y que con delicadeza se aprestaban sus vías nuevamente a ser cubiertas por la magia blanca que durante años escasamente caía.

Leí el reloj y sus manecillas apenas apuntaban movimiento alguno. Alrededor mío ocupaban espacio a distancia otros pasajeros que como yo estaban atrapados en un tiempo y lugar que nos trasladaría a otro tiempo y a otro lugar. Seguramente alguno de ellos me acompañarían a un tiempo más temprano que el presente. ¿O será a un pasado todavía no vivido? ¿O no reencontraremos nuevamente con nuestro pasado? ¿Es esto entonces el futuro? Otros, asumo, por la cartelera electrónica, se desplazarían a unas horas futuras marcando dos días después al que indicaba el calendario de nosotros. Y con ello obviando un día no vivido. ¿Qué sucedió con ese tiempo? ¿Es que nos hemos movido más rápido hacia el futuro? ¿Es posible movernos más rápido que una hora por hora?

Sabemos que esto no es posible pero en cambio la realidad contradice la lógica. Por ejemplo los satélites GPS que circundan la Tierra determinan la posición del usuario al comparar el tiempo entre los diferentes satélites a la misma vez engañan a sus relojes para que miden el tiempo más dilatadamente que los relojes que se encuentran en tierra. Pues de lo contrario el tiempo pasaría más rápido en los relojes que orbitan la tierra y la posición espacial del usuario estaría más adelantada que la realidad.

Aparto mi vista del disfrute invernal y veo mi reloj y siento que el tiempo apenas ha avanzado en las pistas de aeropuerto. Todo sigue igual. Nada se mueve. Aunque ahora aparento ver uno que otros pasajeros ocupando sillones antes vacíos. Mi reloj ahora marca las 11:57 horas. El vuelo programado que iba a tomar yace todavía a la hora en la pizarra, mas entre la hora que indica mi reloj y las 11:00 horas, la hora de salida del vuelo, ya han pasado casi una hora. El ajuste del tiempo luce inevitable.

En el horizonte comienza a percibirse los primeros rayos del sol. La temperatura marca dos grados centígrados. Deja de caer nieve y veo los primeros movimientos de aviones rodando sobre la pista y de grúas que retroceden las aeronaves de los puentes de embarque. Empieza a titilar como marea huracanada los horarios de ajustes a los vuelos de salida y de llegada. Mi vuelo cambia de las 11:00 horas a las 13:15. Comienza entonces la penosa espera de la incertidumbre. El tiempo se me alarga y parece no llegar con rapidez la nueva hora de salida.

Sin percatarme de mi propia impaciencia el altavoz llamó diligentemente al vuelo 069. Había pasado cinco horas de espera y apenas, me dije:” no he percibido el movimiento del tiempo.” Inmediatamente rectifiqué pues recordé lo que había expresado el cineasta Manoel de Oliveira, “el tiempo no tiene movimiento, sino que el movimiento está dentro del tiempo.” Esta frase me sirvió para comprender que en mi vuelo de 10 horas de duración se siente interminable pues no tengo referencia de movimiento. Es solamente cuando llego a destino que se me hace testimonio que me he traslado en el espacio y que el tiempo ha seguido su curso. Leo el reloj de mi teléfono móvil y marca las 17:00 horas. Son tres horas más que mi hora de embarque. Me siento desorientado y las 15 horas de viaje y de espera que mi mente computó no son sino apenas ocho horas exiguas según el reloj local. La paradoja de mi tiempo es tan real como mis recuerdos.

miércoles, 13 de enero de 2010

El tren de naranjas

US 441 S, Florida

The Oranges' Train

Subió de 14 dólares la caja de tomates de 25 libras a 20 dólares y los pimientos de 8 dólares la caja a 18 dólares. El frío gélido en la Florida ha sido la causa de estas distorsiones de los precios de las frutas y vegetales. Estas extremas bajas temperaturas que llegaron a los cero grados centígrados por varias semanas ha también mermado la vida de muchos animales no autóctonos. Las iguanas han muerto y los bellos peces de colores han desaparecido. Muchas tortugas han entrado en coma y otras han buscado refugio en aguas más calientas. Los manatíes se cobijan en los canales contaminados de las plantas hidroeléctricas. Los turistas desaparecieron o se han quedado dentro de sus habitaciones de hotel. Las playas lucen desérticas. Aún así el mercado de frutas nos da sorpresas. Las fresas han sido recolectadas a tiempo y no ha sufrido los rigores del tiempo. Y ayer 12 de enero a pesar de un descenso del 17% en la producción de naranjas en la Florida, el mercado del concentrado de naranjas descendió en un 13% el precio, es decir, 19.30 centavos a 1.3185 dólares por libra. Para eso está la eficiencia del transporte del tren de las naranjas.




domingo, 10 de enero de 2010

Lago Okeechobee

Lake Okeechobee

Finalmente y sin puntualidad a que referirme llegué a la orilla sur del segundo lago más grande de los Estados Unidos, el lago Okeechobee. Es un mar de agua dulce y de un vasto horizonte que se percibe la redondez de la tierra y su soledad. No hay casi navegación y el sentimiento de navegar sus aguas es del explorador que se aventura en un inexplorado mundo desconocido. El norte, cual no llegué, cuenta la historia, está dominado por la caña de azúcar y el ganado lechero preponderadamente. Y el sur busca su vida viendo al norte.


Se ha fabricado una marina que languidece sin apenas barcos. El lago busca colmar sus aguas con embarcaciones que prefieren la libertad del océano. Pero por ahora solo ha llegado las inevitables tristes embarcaciones de autocaravanas de una sociedad que consume energía viciosamente sin amor al ambiente y contaminando visualmente el panorama de la naturaleza con su fealdad.



Me senté a percibir desde esta orilla el significado del esfuerzo humano en impedir el fallecimiento de un pueblo. Se construyó esta marina donde sus edificios y muelles no han encontrado uso todavía. Solamente a cien metros de ella se ve el pasado glorioso de este antaño pueblo. Su Burguer King, el KFC, su bomba de gasolina, restaurantes y los concesionarios Ford y GM solo son rótulos que cuelgan como fantasmas. Sus escaparates están sellados como ataúdes que momifican su pasado Y mientras el 33% de su desempleada población (que algunos estiman en un 60%) espera lo inevitable. ¿Me pregunto si Pahokee es el delicado reflejo de este país?

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jueves, 7 de enero de 2010

La muerte anunciada

Pahokee, Florida

Finalmente y luego de varias horas por carretera en un coche que me resguardaba de la inclemencia de un frío que azuzaba con quemar los frutos de los naranjos iba cruzando en plena soledad una parte singular de los desérticos pantanos del Everglades y del Stornwater cuando llegué al anodino pueblo de Pahokee situado en la orilla más al sur del lago Okeechobee.


A ambos lados de la carretera que me conducía allí aparecía con poco esfuerzo en la lejanía grupos de grupos de casas protegidas en escamas por una serie de alambrados de púas, y que en sus patios que formaban estos lúgubres edificios, se veía merodear hombres a la deriva vestidos todos con un uniforme de color naranja. Intenté detenerme para fisgonear pero había letreros que me advertían de la ilegalidad de tal acción. Descubrí prontamente que estaba en un complejo penitenciario. Continué mi camino y llegué a escasos minutos de este desolador panorama a la calle principal de Pahokee, que resultaba una aparente máscara, pues el pueblo no podía esconder su compleja desolación ni que su ilusoria esperanza yacía en sus insignificantes aguas dulces, cuales pretendían despertarla de su letargo perdido sueño.


Pero mientras este sueño adormece entre su desanimada población que ha visto sus esperanzas fustigadas por la desidia del tiempo, Pahokee se vuelve fantasmal. La vasta mayoría de sus tiendas han desaparecido y su población languidece sin futuro prometedor. No hay trabajo para nadie. Se puede ver montones de muchachos deambulando en grupos sin Norte cierto. Ese día el sol salió tímidamente y brillaba con cierta tristeza difuminando sus rayos sin ímpetu. Ni la luna azul que acaba de brillar lograba asumir sus esperanzas. El húmedo frío que arropaba al pueblo lo sentía penetrar las entrañas de este extranjero dejando en mí el sabor de la tristeza. Es desconsolador ver la muerte anunciada de un pueblo.

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miércoles, 6 de enero de 2010

Kennedy

US 441 North (hacia Okeechobee)

En vía hacia Pahokee puder ver pueblitos y a gente sin vida y a cientos de viviendas públicas como las que se ven al fondo de esta fotografía. También vi a un abasto que aparentemente cerró quién sabe hace cuántos años ya. ¿Es que murió el sueño de justicia social de Kennedy con su muerte como murió este abasto?

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martes, 5 de enero de 2010

El injusto castigo

A 5 km del lago Okeechobbe

Muy adentro del Estado de la Florida se percibe la pobreza en un país donde la riqueza se queda atorada en un pequeño grupo. En los alrededores del lago Okeechobee específicamente me encontré con una población negra que vive en los márgenes de la pobreza crítica. Habitan en casas proveídas por el gobierno y sus centros comerciales o han cerrado o están derruidos por la negligencia del tiempo. Sus industrias son hacedoras de nubes y la agricultura ya no da sustento a la población. El ganado y su leche se retrae por prudencia dejando a una población activa en la periferia. Así injustamente se paga los excesos de la codicia de otros.

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sábado, 2 de enero de 2010

Luna Azul

Luna azul el 1 de enero sobre el océano Atlántico

Bluemoon

Podría romantizar las lunas de la luna

y de su espléndido e indescifrable color azul

en esta apacible madrugada del eterno retorno.


Podría regresar a mis recuerdos

cuando los misterios de la luna se revelaron

y dejaron a los amantes sin Norte y sin cielo aparente.


Podría recitar “La luna” del amor

de Borges a su María Kodama

y el “Lunario sentimental” de Lugones.


Podría recobrar mis sentimientos de amor

de una chica que olvidé su nombre

pero jamás sus aperlados pechos.


Podría besar sus turgentes pezones

cuando rebozan sobre las calidas aguas

que refleja la luna de San Juan.


Podría ver a su mar de tranquilidad

y ensoñarme en sus crepúsculos

gélidos o en su irreverente invisible cara.


Podría sentir sus otros destellos

bañar los sueños de los sueños

de todos los meses del calendario.


Podría sentir la magia de los tiempos

en sus cuartos menguantes

a sus cuartos crecientes.


Podría ver el tiempo completo

en su abultada luna llena

o el vacío en su luna nueva.


Podría desmitificarla y solo verla

cómo un objeto sin placer

y de simple utilidad futura.


Mas puedo verla como es: un inacabable sueño.


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