sábado, 17 de marzo de 2007

¿Intruso?

Viaducto de Millau, Francia

Dentro de mis constantes recorridos en carretera por esta Europa en la cual vivo desde hace ya más de una década y que ahora la siento como mía propia, me ha permitido de recorrerla casi en su amplitud y permanecer en sus pueblos y ciudades por más tiempo que un mismo viajero se pueda otorgar. En ella me encuentro diversidades de culturas y lenguas, mas al pasar del tiempo, esta Europa unida poco a poco sus ciudades se globalizan, y es en este aspecto donde la arquitectura ha tenido un énfasis especial en este cambio singular.

A veces sus mismo habitantes no toman conciencia de ello (solo basta con recordar las siguientes palabras de Stefan Zweig: “…la historia niega a los contemporáneos la posibilidad de conocer en sus inicios los grandes movimientos que determinan su época.”) mas cuando el impacto de un diseño arquitectónico llega a los confines de un país o a un poblado apartado de la civilización urbana, y cuando este diseño es de un arquitecto extranjero, la huella es de notable duración en el tiempo, pues no solamente impacta a sus moradores visualmente, sino además los acerca a ese lejano y foráneo mundo que ven por televisión perdiendo ellos mismos un poco su condición de parroquianos.

Viaducto de Millau, Francia

Por otro lado, la estética del paisaje natural es indudablemente modificada. No entraré a divagar sobre el impacto de esta intromisión visual en la naturaleza: dejaré que la imagen de este viaducto de Millau se exprese por si mismo y recordar que fue allí donde José Bové, el celebre anti mundialista francés, se opuso con violencia a la apertura de un icono de la globalización: el restaurante de comida basura McDonald’s; mientras el inglés Norman Foster sigilosamente refinaba su diseño de dicho viaducto para este poblado francés de escasos 22.000 habitantes.

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