jueves, 4 de diciembre de 2008

1929 – 2008

Calle de Lagasca, Madrid


"La historia y las sociedades no gatean: avanzan a saltos" Nassim Taleb, El cisne negro.

No hace poco las noticias de la severidad del ajuste a la riqueza parecía cosas de los ricos. Lo que caía eran las bolsas financieras –y siguen en caída libre a pesar de saltos engañosos- y la prensa escribía de burbujas inmobiliarias. El vulgo se ajustaba a pagar más por sus hipotecas y se creía que el ajuste se sentiría en una caída moderada de los precios de inmuebles. A pesar del ejemplo que se daba al otro lado del océano –donde los precios eran de vértigo bajista- se anotaban que la crisis no sería mayor que los de allá. Apostaban a que Europa y la misma España eran diferentes.

Era imposible creer que la riqueza fácil podría disiparse cómo los vientos del Caribe, pues se creía, que esta riqueza provenía del trabajo creativo únicamente y no de la especulación y de las dadivas de otros países de la Unión Europea que financiaban el crecimiento artificial de la economía española. (Al igual que en EE. UU. se financian de los fondos soberanos.) Se importaron gentes para el trabajo deficitario que los españoles consideraban indignos de ejercer. Ingentes españoles escalaron posiciones sin la debida formación. La súbita riqueza les hizo menospreciar su verdadera posición económica y creyeron que con sus tarjetas de créditos, hipotecas, letras del coche eran ahora más ricos y que sus irreales sueldos serían de por vida.

Ha llegado la hora que la ilusión toque lo real. El desempleo toca a todos por igual y quizás con mas dureza al español; pues los inmigrantes están dispuesto a migrar en busca de trabajo y el español se bate contra la injusticia del ciclo económico. Perseveran en ajustar las cuentas con la inmigración ofreciéndoles pasajes y dinero para que salgan de España sin pasaje de regreso. En algo hay una verdad: los inmigrantes fueron responsables del auge y de la caída del sector de la construcción y del servicio y del mantenimiento de la agricultura: pues han sido ellos los que construyeron las viviendas de los españoles y turistas y, ellos han sido también, los que recolectan las uvas del vino español y las naranjas y melocotones del campo, y son los que friegan los platos sucios, las mesas, pisos y váter de hoteles y restaurantes. Y son ellos ahora los primeros en perder su salario. (O así se cree.)

No solo mi querida España camina estos delicados poblados senderos sino Italia con más dureza había emprendido una torcida senda al expulsar a ciudadanos europeos porque no les gustaba el color de su piel. Luego debieron repensar sus hechos al ver que sus ancianos se quedaban sin el debido cuido y sus viviendas no recibían el favor de la limpieza y de la cocina diaria. Francia se había embarcado en lo mismo al llamar chusma a sus propios ciudadanos por el hecho de ser musulmanes. Y París y Francia se incendió por semanas.

El espejismo de la vida fácil en Europa y EE UU se evapora y ahora los cambios de dirección deberán apuntar hacia una sociedad más justa a largo plazo. Mientras estos cambios implacablemente se nos revela veremos todavía escaparates vacíos y escaparates llenos uno al lado del otro. La reminiscencia de ambos escaparates han sido vertiginosamente impecable. Uno es la soledad de la perdida y la otra el escapismo de la realidad. Ambos son necesarios.

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