¿Biblioteca o espejo?
Iba a, o más bien consideré, presentar una imagen (esto tendrá que esperar) realizada el año pasado en mi tiempo de verano durante un viaje realizado al Sur; mas, me pareció más propicio que sería útil más bien asomar una pequeña intimidad de mi entorno lugareño (¡qué más lugareño que mi sitio de lectura!), y cual me ha sido imposible capturar la totalidad de ella, pues carezco de una lente ojo de pez (para algunos fotógrafos pieza anatema en este arte), que me hubiese permitido invadir, al menos, mi pequeña biblioteca de colección de mis mil y un libros (algunos de primera edición, otros firmados, otros ejemplares únicos, y ciertos con fotografías de ediciones limitadas) que versan sobre: fotografía, arte, poesía, literatura española e hispanoamericana.
Asomando esta intimidad mía lo hago concientemente pues creo que los lectores aprovecharán más de mis escritos e imágenes fotográficas al conocer un poco más sobre mí que lo que reflejo en ellos, pues aunque el espejo refleja esa realidad física que llevamos y sentimos en nuestro interior, es la lente fotográfica -lo más semejante a ese maravilloso espejo de cristal veneciano (a pesar de ser plano)- cual logra capturar esa imagen en el tiempo, al dejarla plasmada en el sensor digital (su permanencia hasta ahora es dudosa en el tiempo) o en el celuloide fotográfico (cual no cabe dudas sobre su longevidad).
Y mientras discurro sobre la permanencia aprovecho de felicitar en su mes al insigne escritor Don Francisco Ayala por sus lucidos 101 cumpleaños y sus legados escritos, cuales: “El jardín de las delicias” y “Recuerdos y olvidos”, han sido unos de los tantos libros que han marcado huella en mi inquietud literaria y cuya obra permanecerá en nosotros todos los amantes de la literatura.
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