viernes, 9 de mayo de 2008

Secuestro en París (en la rue Galilée)


Kidnaping in Paris (in rue Galilée)

Entre “veras y burlas”, como acotaba Borges en su sorprendente relato Tlón, Uqbar, Orbis, Tertius, logró, años después de indagar sobre Tlón, develar el misterio de la existencia de Tlón, al encontrar indicios suficientes (gracias a su persistencia y memoria) de la existencia del planeta Tlón. En mi caso el misterio con que me encontré en la Place de Étas-Unis no había logrado aún recabar suficientes pruebas para develar las ocultas manifestaciones de los hechos que encierran a esta plaza. Aún más este enigma se extiende más allá de la misma plaza abarcando calles y callejuelas.

Las embajadas que se ubican a los lados del parque y de las calles que llegan a ella no gastan movimiento alguno. Apenas logro ver una pequeña luz en el interior de una de ellas que permanece encendida día y noche. Las aceras ocupan señales de transito y objetos pesados con cadenas que indican con disuasión que este espacio está vedado para todos, salvos para los desiertos ocupantes de estas embajadas. Escasos coches circulan por esta plaza y, a pesar de las extremas medidas de seguridad que tienen estas embajadas, pues hasta sus aceras están vedadas andar por ellas, obligando a los peatones circular por las calles mismas, a pesar de eso, observo a limitados y osados peatones sorteando injustas obsesiones de seguridad impuestas por desalmados burócratas. Entre ellos me encuentro yo.

Me paro y observo con diligencia las fachadas de estos palacetes del siglo XIX ocupados ahora por ricos países petroleros. Muchos de ellos con sus inmensas y pesadas puertas que carecen de medios para avisar de mi llegada: ni timbre ni interfono. Dirijo mi mirada hacia los dinteles de las puertas y observo a sigilosas y pequeñas cámaras de vídeo que me observan con vista de águila. Sigo camino por sus supuestas prohibidas aceras y veo que otras cámaras de vídeo me observan en mi travesía. Nadie me impide seguir mi camino sin impedimento alguno, salvo la sensación de estar observado. Intento en vano penetrar el interior de alguno de estos palacetes. Desisto de tan osado plan. Mi insistencia llegó a simplemente hacer morisqueta a las cámaras de vídeo pretendiendo con esto sentir la humanidad de sus moradores. Respuesta alguna recibí.

Me adentré en las bifurcaciones de esta plaza y cojo camino por la rue Galilée. Las aceras se presentaban como un domingo de madrugada. Iba observando con detenimiento los pequeños sucesos que ocurrían en esta calle de pequeños palacetes y pequeñas plazas que en 1885 albergó la Embajada de los Estados Unidos. Ya al menos había descifrado del porqué se intitulo el nombre que lleva esta plaza. En todo el trayecto de esta calle justo hasta la avenue d’Iena no hay comercio alguno. Las pocas gentes que andan por estas calles no son del barrio. A una que otra las interrogo sobre las estatuas del parque y nadie pretende saber sobre la procedencia de ellas.

Cruzo la avenue d’Iena y traspaso la plaza del Uruguay con el busto de Artigas. La rue Galilée misteriosamente se corta en dos y el transito vehicular cambia de sentido. Me intriga tan inapropiado cambio. Mientras camino observo unas matemáticas desiguales. Cuento bien los números y los ordeno mentalmente, pero la serie se interrumpe a pesar de contar una y otra vez las placas de los edificios. Entro en un café e inquiero al cafetero por el nº 41. Me dice que está al lado. Le explico que llevo recorriendo la calle de un lado a otro por buen tiempo y no encuentro tal anotación. Generosamente accede a mis súplicas a salir conmigo y efectivamente constata que la perdida de tal numeración no era por mi inhabilidad de observar o de contar. Inclusive acota conmigo lo inusitado de los números pares e impares que se juntan en un mismo lado de la calle.

Ambos quedamos perplejos sobre la falta de este número. Indagamos a otros viandantes y conserjes del barrio sobre la extraña desaparición del número 41. Nadie osó a avanzar respuesta alguna. Hoy era el 10 de febrero: 41 días habían pasados desde el 1 de enero. Extraña o no coincidencia el nº 41 había sido secuestrado. Y pensé sobre una acotación de Borges: “afirman que la operación de contar modifica las cantidades…”