domingo, 21 de diciembre de 2008

El dragón y Don Quijote

Consuegra, Castilla-La Mancha

The Dragon and Don Quixote

La incertidumbre es innata en nuestro quehaceres diarios. Creemos que sabemos qué se nos avecina, pues pensamos que el mundo es más predecible o comprensible que la realidad nos muestra. No admitimos que no sabemos qué pasa y aún más que nadie sabe lo qué pasa. Dentro de este contexto salí a recorrer el capítulo VIII de la aventura de Cervantes y su Don Quijote. Muy temprano una mañana fríamente otoñal emprendí viaje por la carretera que me llevaría a Consuegra, el pequeño poblado de los molinos de vientos de Cervantes, a cuales Don Quijote se enfrentó en una compulsiva lucha con enemigos soñados.

Entre lo soñado por Cervantes a través de Alonso Quijano y lo batallado por Don Quijote –el soñado de Quijano-, nos encontramos con el dilema de Cervantes: su duda de la certidumbre, al emprender a Don Quijote en una lucha contra gigantes malhechores para hacer batallas contra lo imposible con su inseparable y derruida lanza y la fe en Dios y con su cansado y huesudo caballo. Al Hidalgo le había dado el talante de soñar con la (pero inalcanzable) victoria ante sus invisibles enemigos. Y por otro lado, estaba su inseparable escudero, Sancho, que no veía nada de lo que su Caballero veía y, que para él, eran tan solas inmensas rutinarias aspas que rotaban al ritmo aleatorio del viento de las estepas del valle de su amo: Castilla-La Mancha.

Sancho le respondía a Don Quijote que los rufianes a quiénes se iba enfrentar no eran más que aspas de molinos de vientos. El ilustre Don Quijote se ofuscó y le reprendió diciéndole, que su poca valentía le hacía balbucear mentiras como excusas para evitar dar batalla como hombre valiente que no era pues estaba consumido por el miedo. ¿Había querido Cervantes presentarnos con este dialogo entre sus dos principales personajes mostrarnos la incertidumbre del ser humano y cómo hay diferentes verdades ante un mismo acontecimiento? (Este argumento es similar al filme Rashomon de Kurosawa donde se debatía la verdad sobre la muerte o el asesinato de un hombre contado a cuatro voces, inclusive por el mismo muerto. Cada quien tenía su propia versión de lo ocurrido, de un hecho en que todos lo habían presenciado al por igual.)

Pero no es esto lo que deseo elucubrar. Mis pensamientos se dirigen al pie de los cerros donde Don Quijote batalló a infames forajidos conjuntamente con su agotado y hambriento Rocinante –que tenía más bien el aspecto del asno de Sancho- y su armadura y lanza en ristre. Para Sancho, su amo en esta aventura había enloquecido, pues batallaba a sendos molinos de vientos. Cervantes colocaba así a sus personajes entre el filo de la frontera de lo real y lo irreal. Algún incógnito grafitero –pues no dejó su firma- había comprendido la dicotomía de Cervantes entre lo soñado y la vigilia, y para ello había realizado una pintada en estos cerros cervantinos alusiva a esta frontera. Al pintar a un mitológico dragón, que simboliza la imposibilidad de enfrentarse victoriosamente a tan fortísimo animal, alude con ello al fracaso del visionado combate de Don Quijote con estos gigantes desaforados. Entre soñados y sueños está además Alfonso Quijano que sueña con el ilustre Don Quijote; y es solamente Sancho, su criado aventurero, quien parecía imposibilitado de soñar -a pesar que acompaña a Quijano ahora Don Quijote en esta aventura-; pues para ello está el mismo Cervantes que con su pluma daba el don de soñar.

Etiquetas: