domingo, 14 de junio de 2009

Saqueo y esperanza

Bates College, Lewinston

Geena Davis

Plunder and Hope

Salí hace ya dos semanas de Europa y llegué a Miami saliendo casi de inmediato a Boston rumbo al Estado más al Norte de Estados Unidos continental: Maine. Fui allí con un solo propósito: estar presente en la ceremonia del grado universitario de mi hijo. Fue un interesante encuentro académico pues tuve el grato presente de conversar con el consejero académico de mi hijo. No fue lo que nos dijimos sino lo que no nos dijimos. Entendimos a la perfección que el mundo que nuestros hijos reciben es dilatadamente un enjambre de despropósitos. Y uno que requiere de cambios fundamentales del pensamiento, pues el mundo debe deslastrase de una sociedad infantil que se deleita en la felicidad individual sobre la colectiva, y donde dicho goce yace en la acumulación desmedida de la riqueza material. No menos aún es una promoción que deberá enfrentar el proceso de cambio de la ya agotada dogmática sociedad capitalista.

Tenía esperanzas que esta crisis financiera mediatizada con el nombre de crisis económica fuese lo que iba finalmente a hacer sucumbir lo pilares que sustentan el sistema político y económico por el inexorable peso de la endémica corrupción de las elites. Tristemente reporto que la misma corrupta elite que ha llevado al mundo por el tobogán de la inmundicia se ha vuelto perniciosamente a enquistar en su poder engañando a la humanidad con cambios que no han sido sino complejas permutaciones estéticas para mantener el mismo orden económico y político de siempre. Esta nueva generación de jóvenes que se bautiza en su ingreso al campo de trabajo sin trabajo será en la que pongamos nuestras esperanzas para se realicen los imperativos cambios políticos y económicos que requiere el Siglo XXI.

Mi incertidumbre se inquieta para cuando esta generación haya desplazado a la generación vigente no nos encontremos sumidos aún en una peor crisis que la actual. Los cambios supuestamente introducidos al sistema financiero y político, no han sido sino cambios cosméticos, que irrefutablemente nos llevará para dentro de pocos años a la quiebra general del sistema, no muy distintamente a la actualidad. Pero será aún más explosiva, quizá desencadenando fuerzas ocultas, que derrumbe definitivamente a una sociedad apartada de la ética y de la conciencia social.

Sentado durante el acto de graduación recordé (a pesar de la bellísima figura de uno de los oradores de orden, Geena Davis, inquietaba mi vista) que mientras volaba sobre las isla de la Azores a Miami leía con interés las viñetas del diario El País, y una de ellas, la del irreverente Roto, describía con singularidad el ambiente actual al que están sumidos los países del primer mundo. (No debemos olvidar que esta crisis de valores es esencialmente del primer mundo.) Rato dibujaba un paisaje de imponentes rascacielos y, de allí una anónima voz salía de una sus torres, que estaban predestinadas a derrumbarse, por causa del delirio de la avaricia, diciendo: “¡La operación ha sido un éxito. Hemos conseguido que parezca crisis lo que ha sido un saqueo!”

Ahora la generación que fenece se encuentra ante la encrucijada de depositar injustamente ante la nueva generación sus esperanzas de su infortunio y su incapacidad de solventar el vacío moral que embriaga a la sociedad para que efectúe el cambio que derrumbe definitivamente los cimientos de una inmoral y dogmática elite cimentada en la cultura del egoísmo y la corrupción y el engaño.

Lo contrario sería la tortura de vivir en un agobiante mundo de los Cheney, de los Bush, de los Rumsfeld, de los Paulson, de los Greenspan, de los Rubin, de los Yoo, de los Aznar, de los González, de los Ólmert, de los Netanyahu, de los Rice, de los Wolfowitz, de los Blair, de los Abdulá, de los al-Assad. ¡Menuda herencia!

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