Fin de fiesta
En la revista Exit en su edición número cinco está dedicada a un ensayo fotográfico sobre la fiesta. En ella se realiza un excelente análisis exhaustivo por su editora, Victoria Soto, cual hace alarde de su escritura escribiendo con soltura y conocimiento sobre la cultura de la fiesta.
Podríamos decir que fiestas hay muchas, desde las más privadas a las públicas; y nada personifica una fiesta pública como la muerte, cuando se celebró en las calles de Miami la falsa muerte de Fidel Castro, o el carnaval, fiesta pagana por excelencia que se celebra semanas antes de otra fiesta, la Semana Santa, fiesta de carácter religiosa y, por tanto, antagonista por esencia del Carnaval.
Pero el Carnaval ha traspasado fronteras habiendo ahora muchas semejanzas en otras manifestaciones públicas que permiten el libertinaje, donde solamente los más conservadores se oponen a tales desenfrenos, aunque muchos de ellos mismo desean en su interior secretamente sentir tales gozos libertinos.
Nos encontramos también paradas carnavalescas cómo, el Love Parade de Berlín, que fracasó como evento espontáneo de celebración por la Paz y por el amor de la música al comercializarse como acontecimiento. También tenemos el famoso Carnaval de Río, que a pesar de ser una afirmación pública a la danza y al bacanal, ha mantenido hasta ahora el fervor de la población, aunque presenta tintes de cansancio al regimentar sus desfiles de carrozas y de música y volcar tal evento como atracción turística.
Y cómo todo, la fiesta también llega a su fin, y ahora es el turno de la celebración del Día del orgullo Gay, que finalizó con carrozas y danzas y con sueños, sueños que algún día la felicidad permanezca, tan solo si solamente haya sido durante los cuatro días de vulgar celebración; pues, como escribió Victoria Soto, “si nos lo proponemos hacemos de nuestra existencia una fiesta”, y para eso: hay que soñar mucho.
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