Memorias
Emigrar es una compleja y perturbadora decisión que acarrea un fardo emocional en la personalidad del individuo y de su entorno familiar y al país que lo acoge –ya sea con brazos abiertos o cómo una molestia útil- como a su país de origen. Es dificultoso enumerar los sinnúmeros de razones del porqué se escoge arar camino en tierras extrañas. Solamente puedo hablar por mí cuando hace casi tres lustros escogí el sempiterno pasaje de cruzar continentes y mares para llegar a una tierra desconocida y de lengua inteligible, para mí, entonces. Huía en ese momento de un cansancio intelectual que agotaba a mi país y temía ser arropado por este mal aire. A pesar de tan perdurable decisión, el recuerdo de lo dejado se rehace en un jardín de sueños desconocidos, restaurando imágenes que he querido olvidar en visiones placenteras. Pronto cogeré rumbo de regreso a la ciudad donde crecí. Aunque ciertamente es un regreso fugaz y, por tanto, el rescate de los afectos y tocar la imagen con lo real será tarea imprescindible. Y mientras deambulaba por aceras el nombre de un café me trajo el eterno recuerdo de mi origen cómo eco en mis remembranzas. Por ahora intuyo que al menos no estoy solo en este lejos y continuo viaje de donde vienen mis eternas memorias.
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