Un pasillo de la necrópolis Entrada a la cripta Tengo en mis manos el libro titulado: Francisco Boix, el fotógrafo de Mauthausen de Benito Bermejo. Durante el fin de semana lo leí con esmero detenimiento encontrando una fascinante descripción del sufrido calvario de este republicano español en el campo de concentración fascista de Mauthausen. Bermejo retrata la historia de cómo Boix documentó fotográficamente el final de dicho horror en este campo de exterminio; que sirvió además como prueba para los juicios de Núremberg.
Este libro me hizo indagar sobre la presencia de esta ideología en la España contemporánea. Simbólicamente el símbolo que genera más controversia sobre esta ideología es el gigantesco monumento -construido por presos políticos republicanos- que para muchos es adicionalmente una oda al nacionalcatolicismo y a la Falange: la necrópolis y la benedictina Abadía de la Santa Cruz del El valle de los Caídos de Cuelgamuros. En ella se encuentran los restos del dictador Francisco Franco y del fundador de la Falange, José Antonio Primo de Rivera; cuyos cuerpos reposan debajo de la gran cruz de 150 metros de altura y 40 metros de envergadura y visible –al menos por mí- a más de 15 kilómetros de distancia.
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