Por el barrio de Salamanca, Madrid Ayer acabo de leerme de una sola sentada el libro “Los ocho pecados capitales del arte contemporáneo” de José Javier Esparza”. En este libro su autor expone con sesgo moralista que el arte contemporáneo es ininteligible, tanto para el común denominador como para los más cultos y, arguye, que este arte se ha convertido esencialmente en un negocio de galerista y de críticos (aunque hay trazos de verdad en esta afirmación) que ensalzan a la obra contemporánea, pues ésta ha perdido la esencia misma del arte, es decir: “que el observador sea capaz de reconocer el lenguaje de la misma” sin necesidad de acudir a fuentes externas de compresión.
Dentro de esta insulsa y dogmática políticamente correcta crítica al arte contemporáneo que tilda además de nihilista y sin belleza, y por tanto, vacía de contenido (aludiendo vacío de Dios); nos encontramos con un arte fresco, efímero, y sin esperanza de lucro, venida de las mismas entrañas de la raíz del arte contemporáneo: la ciudad, cual busca cómo expresar sus emociones libremente. Seguramente Esparza con sus aparentes equivocas teorías y presunción de limpidez moral condenaría esta libre expresión artística.
Y éste es el Arte Callejero, tanto del irreverente gamberro que irrumpe clandestinamente con sus dibujos en vagones de tren, como aquellos que usan muros derruidos, olvidados, o durmientes para embellecer brevemente con sus iras, amores o ironías, a la ciudad aséptica de la mayoría cautelosa. Y con mi cámara he querido alargar la vida de estas fugaces obras que mueren con la sanitaria eficacia de los ayuntamientos.
Etiquetas: grafiti
1 Comments:
The echo of color between the official decoration and the spray paint is simply wonderful...
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