viernes, 30 de noviembre de 2007

Transgresores

Avenue Kléber, línea 6, París

¿Qué hay dentro de uno que la evocación de lo prohibido motiva precisamente lo contrario? Puedo decir que este anuncio metálico me cautivó la vista mientras camina en la acera más cercana de esta entrada del metro parisino a una cuadra de mi casa. Me era difícilmente obviar dicha advertencia escrita en varios idiomas. Me acerqué a ella y leí con especial esmero el multilingüe texto al mismo momento que trataba de dilucidar su significado. Mientras discernía sobre la información varios viandantes con pretensiones de utilizar el servicio del metro observaron mi escrupuloso detenimiento de la lectura de dicho cartel. En consecuencia decidieron por prudencia de interrumpir momentáneamente sus rutinarios viajes a través de esta parada del metro. Una vez habiéndome apartado de la entrada observé que nuevamente el flujo de usuarios de esta estación circulaba con cautela precisamente justo hasta donde comienza la escalinata sin traspasar ninguno tal invisible barrera de prohibición. Nadie por unos minutos osó en transbordar el metro por tal estación. Lentamente transcurría los minutos de la hora del almuerzo que acompañaba con su soledad este lado de la acera. Justamente mientras observaba con impaciencia y concluía la inutilidad de dicha advertencia, una muchacha muy decidida y ansiosamente apurada, irrumpió mi lectura y concordó silenciosamente conmigo: de la nulidad de tal exhortación. Ella descendió con su pesada carga y yo la acompañé pisando sus transgresores pasos.