domingo, 30 de marzo de 2008

Torres García y Mondrian


Paseo de la Castellana, Madrid

Sin preaviso alguno percibí el constructivismo de Vladimir Tatlin y el universalismo constructivo de Joaquín Torres García durante un inesperado paseo matinal, cuando fui en busca de imágenes aún no capturadas (al menos por mí) fotográficamente. Esta inopinada sensación se me reveló en los rascacielos que se yerguen al borde del Paseo de la Castellana de Madrid y que se asemejan al gran monumento de acero no edificado de Tatlin. Mientras me adentraba por estos rascacielos me encontré dentro una de ellas una estructura que imitaba a las líneas de algunas de las obras de Torres García.

Estos extraños edificios erupcionaron ante mis inquietos ojos en plena soledad del anterior domingo de Ramos mientras recorría a capota abierta la gran y larga avenida de Madrid, que corta la ciudad en dos, en vez de su río Manzanares, como es costumbre de los ríos en otras grandes ciudades. La ciudad estaba consigo misma a esa hora cómo Adám antes de que Eva naciera de su entraña. Estos rascacielos se vestían masivamente de esta soledad, haciéndose aún más extraños, cuando reflejaban en sus fachadas el frondoso azul cielo del cielo de esta unánime ciudad.

Esta excesiva mañana brillaba con toda su imponente luz descargando su transparencia claridad sobre la gran avenida y sobre las inamovibles estructuras de la irrefutable geometría de Torres García y de las coloridas líneas de su amigo Mondrian, que tan exquisitamente supo apropiárselas en sus obras y, que ahora se me revelaban sutilmente ante mi vista en esta sibilina mañana.