Cofradía
Confraternity
La Semana Santa culmina mañana Domingo de Resurrección, denominado así el día que se festeja la resurrección de Cristo, que ocurrió según nos narra los fantasiosos y mágicos cuentos de los evangelios en el Nuevo testamento, al tercer día de su muerte en la cruz latina. Es una fecha de gloria para los cristianos que celebran con especial amor y fervor en toda España. Durante los días anteriores a este día católicos feligreses y peregrinos españoles dedican la semana a la manifestación pública de la devoción a Jesucristo. Desde lo más pequeños poblados hasta en las grandes urbes las esplendorosas procesiones de las católicas cofradías de piedad con su histrionismo público mantienen tradiciones que rasgan en el oscurantismo religioso. Son reminiscencia de la Inquisición. Sirven además para los cofrades expiar públicamente sus pecados y para la Iglesia recobrar el pasado reciente del nacionalcatolicismo. Son además penitentes pecadores que aguardaron todo un año para expresar su arrepentimiento en las calles y obtener la absolución de Dios.
Sin embargo las cofradías no son exclusivos de la penitencia pública, sino también hay una profusión de gente que se aprestan para seguir los pasos de la procesión, que aplauden con efusividad y se hunden en la emoción colectiva ante el paso de imágenes redentoras. El culto a la imagen es potente y lacerante para los cautos en creencias místicas. A pesar de eso se puede observar en los rostros de estos fieles expresiones sinceras de su creencia en Jesús. Se mantienen boquiabiertos arrastrados por la nebulosidad del misticismo religioso durante el paso de la imagen celestial. Es el culto por excelencia a la idolatría. Asocian a la imagen de tamaño real con el Dios mismo. Son capaces de perder el sosiego y sentir desmayos ante el paso de “El Divino Cautivo” de 1,80 metros de altura.
Son firmes devotos de la creencia de un sólo y único Dios Universal pero desconocen su propia credo: que son adoradores de imágenes y creyentes en el politeísmo. Su Dios es hombre a la misma vez que es Dios y a la misma vez es Espíritu Santo. La confusión mental de sus creencias debiera serles evidente pero prefieren no hurgar en la lógica y se decantan por la escenificación colectiva de la piedad para afianzar su fe hipotecada en los afectos de una educación religiosa impartida desde la niñez.
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