viernes, 11 de julio de 2008

Un lugar seguro para un recién nacido

Key Biscayne, Florida

Existe una barrera sutil entre señalizaciones de tráfico y de vías y aquellas realizadas por entes privados para señalizar prohibiciones o advertencias y las señales propias de los anuncios de publicidad. En esta materia hojeé el libro A History of Advertising publicado por Taschen que nos guía sobre la historia de la publicidad desde su comienzo como tal en 1630 con la publicación del primer anuncio de publicidad en La Gazzete de France por el francés Théphraste Renaudot hasta nuestro días. Este libro fue parte de mi fuente de inspiración para las fotografías publicadas ayer bajo el título “Señalizaciones” y la de hoy.

Hace unos días -en mi todavía pausa veraniega (que durará hasta septiembre)- en un paseo diligente comencé a descubrir el pequeño pueblo de Key Biscayne, que a pesar de haber visitado intermitentemente durante más de 20 años, me permanecía desconocido. Mi anterior automatismo consistía en tomar un taxi desde el aeropuerto al condominio de mis padres (y ahora al mío) y observar en este recorrido el escenificado panorama de la ciudad de Miami a través de la bahía de Vizcaya y ver de un lado al otro el acuoso mar de un torrente azul turquesa. Adentrarme en sus marinas y bosques y llegar al grandioso bulevar que lleva el mismo nombre del placentero parque Crandon Park me era también una rutina.

Pero en este viaje me descolgué de mi usanza y tengo hoy tres días sin salir de esta isla tan distante en su forma de vida como de la incontestable y bulliciosa y quizás vulgar ciudad de Miami. Mis días comienzan muy temprano en la mañana; a eso de las 6:30. Me siento en mi balcón de mi piso a observar y percibir desde allí la vista y el olor del no lejano mar. Leo la prensa del día escuchando entre bambalinas la suave música que sale de la radio antes de comenzar el noticiero de NPR mientras espero con ansias escuchar el programa de la acuciosa periodista Diane Rehm.

Durante estos días he dejado el coche en su aparcamiento y mis pies han pisado con pasos cortos las caliente aceras de este pequeño y sofisticado pueblo. He sudado mucho pues las temperaturas han rondado los 38º C. Me he paseado por sus pequeños centros comerciales y que en uno de ellos se está estrenando una sucursal de Starbucks (del cual me he convertido en un aplicado consumista). Mientras tanto he comenzado a descubrir otra vida otro pueblo. Y he aprendido que es “un lugar seguro para un recién nacido”; según reza este anuncio.

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