miércoles, 10 de septiembre de 2008

Ike y Josefina

Bahía de Vizcaya, Miami

Ike and Josephine

Ayer me había enterado de la desaparición de Josefina en el infinito de las Antillas. Su evaporación ocurrió sutilmente durante mi despertar en la madrugada. A pesar de ello constaté que el lindo Castillo de Malmaison, refugio de la autentica Josefina, seguía persistente en mi memoria. En mi última lejana visita me paseé por su Orangerie (no puedo evitar usar este bello nombre francés que en español significa invernadero) imaginándome sus siembras de piñas y de guayabas, de sus flores de calas y bijao y del hermoso Mbocayá , en el frío del norte parisino. No podía figurarme a Josefina, amante de la hermosura del Caribe, arrasando con la fauna y con las vidas de los tranquilos pueblos antillanos. Su furtiva evaporación fue entonces un deleite esperanzador. Sin embargo un poderoso huracán la precedía: Ike que con sus intensos vientos destrozaba con azote a las islas de las Bahamas y a la ya castigada isla de Cuba. Su desgarrador efecto se sintió placidamente y sin daño alguno bastante más al norte que lo esperado: hasta la bahía de Vizcaya. Justamente en ese sitio del océano Atlántico, que es más caribeño que Atlántico, y que sufrió de lejos los embates del viento y de la lluvia con el coletazo de este inesperado Ike, ha sido hasta donde me dirigí, para fotografiar las aguas bravas de este huracanado mar; que apenas unos días antes la tormenta Hanna había dejado muerte y desolación en la abatida Haití.

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