miércoles, 17 de septiembre de 2008

La seducción del océano

Virginia Key Beach, Florida

"Pues ahí estaba el mar, y del otro lado del mar estaba el mundo"
Gabriel García Márquez

The Seduction

Mi vida ha cambiado. Ahora me balanceo entre dos mares. Intentaré en mantener el funambulismo equilibrio entre el vasto e insolente mar que me separa de España, y el inquieto surcado mar de Colón. Todas las mañanas me asomo por el balcón de mi alentador apartamento y observo desde muy de cerca el intenso azul del seductor mar de fuerte vientos y de suaves brisas y de un acaramelado olor de almendrón. Disfruto diariamente de una sincera tranquilidad sentado en un chinchorro que me recuerda al del Libertador del “El general y su laberinto” de García Márquez, cual pende placidamente de las paredes del balcón. Allí tomo diariamente mi pequeño desayuno que con el olor del café recién colado recobro mis escondidos recuerdos cubanos. Cuba no está más allá del vuelo de los pájaros y el cubanismo está presente a lo largo del condado y de sus resplandecientes arenas blancas de sus playas y en el extensivo horizonte de caleidoscopios rascacielos que deslumbra mi vista.

Mi abuelo Andrés salió de Cuba a principios del siglo XX en busca de riqueza y de paz y encontró un perecedero amor en la selva del Orinoco. Había vivido la guerra de la independencia y la soez guerra de intervención imperialista estadounidense. Cuba se desprendía entonces de España en busca de una inalcanzable independencia y caía bajo el abrazo del sutil imperialismo norteamericano. Francisco, su padre, gobernador civil de Pinar del Río y luego Secretario civil de la Habana, huyó a España –su país-, pues no era patriota independentista. Se había opuesto a la independencia y había sido un ferviente opositor a la intervención estadounidense en la Guerra de Cuba. Creía en una Cuba de España y no en una falsa independencia. Su hijo, mi abuelo, con su peculiar cadencia cubana y de un delicado acento canario rozando el andaluz, se acomodaba como español -dejando atrás la Andalucía de su padre- en la Venezuela atrasada de José Vicente Gómez. Tristemente reporto no encontró la felicidad que buscaba. Ni aún en su muerte.

Ahora me encuentro con mi vista fija hacia el infinito mar y sintiendo el empacho del calor floridano que con sus melódicas lluvias estacionarias intentaban mitigar el fuerte sopor veraniego. El delicado constante paso del tiempo me había otorgado la sensibilidad de percibir los sueños tropicales de mi abuelo (su navegación por las turbulentas aguas del delta del Orinoco y por el huracanado mar Caribe y el violento Atlántico) y de sentir el extraño sentimiento de estar en la tierra que mi bisabuelo Francisco combatió. Llegué a mediados de junio y me he paseado por doquier en esta tierra cubana por adopción. Ver sus multicolores calles y sus anuncios en un castellano asentado en el cubanismo es sentir una Cuba fuera de Cuba. Por dondequiera la banderas de Cuba y estadounidense se compaginan una a la otra como si la sola estrella cubana se fusionara con las crecientes estrellas estadounidenses. Solo bastó escasos sesenta años para que los cubanos abrazarán al enemigo y rindieran su patriotismo. Mi abuelo fue uno de ellos. Murió en Puerto Rico: Estado Libre Asociado y con gente sin nacionalidad propia. Su certificado de defunción leía: español de origen y de nacionalidad estadounidense.

Regreso de mis divagaciones y me enfrento a mi real sueño, al que tengo enfrente de mis ojos: al mar, al perpetuo océano. Asumo con entereza mi atracción por las sedosas arenas del Atlántico que se bañan con las aguas de este océano que converge con las policromas aguas de Cuba. Salgo a caminar sigilosamente un lunes por la extensa y solitaria costa de cremosas arenas que se bañan con estas aguas que mantiene vivos los dilatados recuerdos de las mentiras gloriosas de un entonces naciente imperialismo y de los seductores sueños de una ahora carcomida revolución que prometió la eludida independencia, y no se la dio. Y mientras me dejo encantar con los inverosímiles matices de un seductor océano.

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