viernes, 13 de marzo de 2009

Octubre de 2008: finalmente el comienzo del Siglo XXI

Tumba de Borges, Le cimitière des Rois, Ginebra

October 2008: The Beginning of the 21st Century


Finalmente y luego de más de mil y tantos kilómetros estaba por llegar a la tumba de quien por años había sido (y lo sigue siendo) mi eterno compañero de letras. A quien leo durante mis descansos matinales y a quien leo para disipar el oscurantismo de la mala escritura. Quien con su erudición me permite leer en verso y en prosa. Quien con sus escritos metafísicos aborda el tema de la eternidad y del yo. Quien con sus ensayos sobre el tiempo y la realidad como ficción o realidad se desborda de sus letras.

Era un hombre nacido en un siglo anterior a su tiempo y que denegaba de su fecha de nacimiento para situarla en el siglo que comenzaba. A pesar que sus lecturas eran de hombres del siglo de su nacimiento no por ello le impendía ser un hombre del nuevo siglo. Leía con especial interés los clásicos de la literatura. Conocía a la perfección la filosofía platónica y de Schopenhauer, de Bertrand Russel y de la Enéadas de Plotino, leía a escritores profundamente desconocidos en el tiempo como Lucilio Vanini o esotéricos como Thomas Browne, y relataba de memoria Las mil y una noches. Goethe, Nietzsche, San agustín, Chesteron, Shaw, Stevenson y Groussac eran alguno de los autores que fatigaban su mente en horas nocturnas y matinales. Era un hombre inconvencional y profundamente tímido en sus relaciones con mujeres y fue quizás el mejor y más lúcido escritor del siglo XX que dominaba singularmente con sutil perfección la metáfora.

Es terriblemente difícil de ser un hombre del siglo cuando la referencia es el siglo pasado. Haber nacido en 1899 y formarse intelectualmente con escritores del siglo pasado es desventajoso para gestionarse en el presente. Esto lo sabía Jorge Luis Borges y por ello supo que conocer a plenitud los autores clásicos y del pasado y relacionarse con el presente íntimamente era imperiosamente necesario para enfrentar infatigablemente el nuevo siglo XX. Me pregunto cuándo supo Borges que el Siglo XX había llegado dejando atrás el siglo anterior. Su estadía en Suiza en 1914 en plena guerra debería haberle anunciado que el Siglo XX había llegado y que los gestores de esta guerra estaban anclados en el pasado siglo. Había tomado 14 años para que el nuevo siglo entrara triunfal y trágicamente en el mundo de todos. Con la mortuoria guerra de inocentes guerreros que pensaban que sería una guerra de corta duración era símbolo de una gente perdida en el nuevo tiempo. Desconocían con certeza el significado de un nuevo siglo. Seguían arrodillados en un tiempo pasado. Algunos como Karl Kraus entendía el presente al escribir: “La nueva guerra no es solo una entre Estados, sino ante todo entre el poder nuevo y el viejo.” Es decir, el presente era caduco, y daba paso a una nueva realidad.

Casi cien años después llegamos nuevamente a la misma disyuntiva. El sendero que la humanidad había dejado atrás nos regresa con virulencia. El siglo XXI que creíamos había comenzado en el 2000 fue una ilusión. El siglo comenzó este pasado octubre de 2008 al descubrirse ante todos la inmundicia y la avaricia ladronesca de banqueros y gestores de bolsa compaginados entre sí con el estamento político y militar de la mayor potencia del mundo, para saquear al mundo. Amanecimos en octubre todavía con una guerra criminal de secuestros y de torturas y con los derechos humanos saboteados y con un Oriente Medio en llamas por la codicia de un mordaz imperio. Y las esperanzas de un nuevo líder que enrumbe al mundo por el transito de la honradez de pensamiento parece esfumarse con el paso de los días. El sistema financiero y político está fracturado y nada parece levantar al enfermo. La pocilga de los neoconservadores insisten con su poder fáctico en colocar barreras para el cambio en el exigente nuevo siglo. Estos muertos en vida insisten en una solución del Siglo XX cuando se requiere una solución del Siglo XXI. Están dispuesto a hacer cenizas el mismo sistema que defienden dogmáticamente e impiden que florezca un esperado nuevo mundo equitativo y amable. Borges lo sabía. Por eso insistió en morir y descansar el eterno sueño en una nación donde la prudencia y la honorabilidad del calvinismo y la adecuación moral a los nuevos tiempos es pauta del diario vivir.

Finalmente entonces irrumpió vertiginosamente y sin detenerse ante nosotros el Siglo XXI. El siglo que equivocadamente habíamos pensado había comenzado hace ya ocho años. Nuestra ceguera a obviar lo obvio y nuestro conservadurismo de evitar cambios que afecten nuestro sentimientos de complacencia nos impedía observar el derrumbe de nuestra sociedad. Sus actuales gestores están anclados en el siglo pasado con soluciones que niegan la esencia misma de la crisis: el resquebrajamiento de la moral y de la ética. El Siglo XX comenzó con la Primera Guerra Mundial y ese pasado siglo conoció la alegría de los años veinte y la revolución de los pobres y la ruina de los años treinta y un genocidio europeo durante la Segunda Guerra Mundial, así como el genocidio de europeos a africanos y de africanos a africanos. La nueva tecnología informática y atómica revolucionó los grandes cambios tecnológicos haciendo las guerras financieras o reales más mortíferas capaces de matar a cientos de miles de miles de personas con la eficiencia de un simple botón que expulsa a control remoto exterminadoras bombas similares a las caídas sobre Hiroshima y Nagasaki en cuestión de minutos. Es de una eficiencia aterradoramente devastadora. Donde no existe remordimiento de conciencia pues se mata y se destruye a pueblos enteros por la virtualidad de las pantallas de ordenadores.

El siglo se cerró con la quiebra del sistema democrático y del capitalismo después del pírrico triunfo de éstas sobre el totalitarismo comunista. Dos sistema antagonistas enterrados en el mismo siglo y por la misma causa: la corrupción de los valores humanos. Una fue la revolución de los pobres y la otra la revolución de los ricos. Ambos fracasaron en dar felicidad, riqueza y honestidad al mundo. ¿Será el siglo XXI la revolución de la clase media, la que violente el cambio político e imponga un nuevo orden social y económico?

Este nuevo siglo arrancó nueve años después de su comienzo oficial y se nos perfila aparentemente igual que el pasado, aunque hay un rayo de luz esperanzador en la naciente conquista del espacio sideral por el hombre.

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