Vista hacia el cerro Ávila de un lado de la cerca
Barrio Washington (del otro lado de la cerca)
Todo tiene su final y a escasos días del fin de mis tan esperadas vacaciones de veraneo no dejo de pensar en el impacto emocional que ha tenido para mí estas vacaciones luego de un poco más de un año de haber visitado mi adoptiva ciudad natal.
Trataré de sobremanera de recopilar mis impresiones y darle formato coherente a ellas con el objetivo de comprender yo mismo los inusitados cambios (pero no inesperados) que la ciudad ha tenido sobre mi memoria. Espero que con este ejercicio (y rompo por unos días mi pausa vacacional) logre entonces poder presentar (en esta entrega y a las que les seguirá) a mis lectores de manera franca mis sentimientos con respecto al turbulento cambio político cual se enfrenta mi país.
De las imágenes idílicas (al menos para mí) que les presenté en mi anterior escrito he tenido que conjugar una realidad plena de contrastes. Me he encontrado con una ciudad (o más bien todo un país) en plena efervescencia revolucionaria que ha castigado con dureza su infraestructura y que ha divido a su población entre los incondicionales del régimen y sus contrarios. Y por tanto se ha engendrado “un odio social” como lo expresó recientemente el ex ministro de justicia venezolano Fermín Mármol León en el programa televisivo “Yo prometo”* de la periodista Nitu Pérez Osuna.
Sus contrarios son los que han recibido hasta la fecha, ya sea por su honesto trabajo o los más por el germen de la corrupción, la riqueza fácil del pernicioso oro negro. Los otros, los incondicionales, lo que están del otro lado de la cerca, los que ven hacia abajo, han sido los agraviados. Éstos son ahora los supuestos agraciados del nuevo régimen pero no por ello han logrado salir de la miseria. Y mientras los siempre marginados siguen con incautas esperanzas, el país camina por un derrotero incierto con una naciente nueva corrupta oligarquía.
*Programa televisado el 12 de agosto de 2007.
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