viernes, 26 de septiembre de 2008

El fin del imperio y mi descubrimiento de Thoreau


Crandon Park, Florida

The End of the Empire and My Discovery of Thoreau

Ayer y anteayer han sido días y noches de turbulencias políticas y financieras, y al final de la noche, o más bien en la madrugada de hoy, es el momento del cotejo de lo ocurrido. Finalmente el país más poderoso del mundo con poderosos barcos de guerra que circundan las aguas de mares y océanos y de veloces y ágiles aviones de combate que vuelan por los extensos cielos a su libre albedrío, y que con cañones y bombas invaden países para blandir su poder, y que con palabras descalifican a quienes no acatan sus dictados, comenzó a fraccionarse y a desarmarse. Ayer noche su pueblo por primera vez empieza a descubrir la realidad de la fragilidad de su sistema económico y de la corrupción de su gobierno. Quizás no vislumbren el inexorable declinar de su país. Pero es difícil no pensar que se ha emprendido el lento y pausado declive de Estados Unidos como potencia militar y económica, así como la perdida definitiva de su potencia moral de este todavía fastuoso país.

En este torbellino de imprecisiones y de inseguridad ¿qué nos queda a la vasta e incontable mayoría de seres que no somos sino una ínfima estadística en los libros de gobiernos y de corporaciones? Nos queda la frustración del vacío de la incertidumbre. La impotencia de ser nada. Son estos momentos de humildad que mi introspección me lleva a refugiarme en lo bello: en la naturaleza. Aún así desvarío mi pensamiento para pensar en la violenta agresión que ejercen sobre el mundo estos hombres de ideología y de religiosidad dogmática y que consecuentemente han llevado a este incontenible país por el sendero de la autodestrucción. Éstos mismos hombres también se empeñan en negar que el cambio climático que recalienta la tierra sea producto del efecto invernadero que desertiza la tierra y a vitorear por el desguase de la plataforma marítima y ártica. Todo sea por unos centavos más de beneficio proveniente del violento petróleo.

Ayer estaba (y hoy también estoy) lo suficientemente agotado emocionalmente que intenté huir del imparable recorrido de los segundos y minutos de las horas en busca del sosiego, paseándome por inolvidables manglares y de transparentes bosques de ciénagas de las aguas que conviven conmigo en el crepúsculo de la mañana. El refugio que encuentro en esta naturaleza y en el silente ruido de la soledad, me invoca un mundo de tersas emociones y de perdidos delirios. Decidí (aunque sea por escasas horas), al igual que Thoreau en su Walden Pond, que mis sueños yacen en la simplicidad de la vida en naturaleza. Recuerdo un pasaje (una lucha entre una hormiga roja y una hormiga negra) en su libro Walden, que es reminiscencia al insolente espectáculo ofrecido estos últimos días por el gobierno estadounidense, al infundir nuevamente temor en la población, para imponer al congreso de su país una inmediata aprobación de un excesivo rescate económico para sus camaradas de Wall Street, a expensas de la población, y que con ello se busca además la victoria de su desfasado candidato: “I never learned which party was victorious, nor the cause of the war; but I felt for the rest of that day as if I had my feelings excited and harrowed by witnessing the struggle, the ferocity and carnage, of a human battle before my door.”

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