¿Son los otros los que mueren?
Unas de mis primeras impresiones que hube que reconciliar con mi memoria, o más bien mi olvido, al llegar a Caracas, fue justamente al día siguiente de mi arribo a esta ciudad. Luego de haber recorrido los alrededores donde había vivido mi niñez y mi adolescencia y mi vida de hombre joven, fue el observar a una ciudad que el paso del tiempo no había sido magnánimo para con ella y su gente; a pesar de que me encontraba en lo que es una de sus mejores urbanizaciones comerciales. O eso creía.
Me pregunté ¿cómo es posible que un país sumergido en petrodólares haya empobrecido a una vasta parte de su población; a ésa, precisamente la creadora de riqueza e igualdad: la clase media? Ver edificios y cuadras enteras en proceso de desgaste que lleva insidiosamente a la muerte de la ciudad por la desidia de sus moradores y políticos, es algo poco gratificante para la moral y el porvenir de su gente, pero que ayuda a la desmemoria de lo que no se quiere entender. A veces creo que su gente es ciega a tales panoramas. ¿Será una ceguera real, o es como el sentimiento de la muerte, que la sabemos presente, pero son los otros los que mueren?
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