miércoles, 5 de septiembre de 2007

Mimetismo

Lomas de Tamanaco, Caracas
Barrio Las Minas, Caracas

La cultura de la vivienda son disparejas entre países y aún entre un mismo país, y, la caraqueña, se pudiera calificar de una informalidad planificada. La ciudad se ha visto desmesuradamente envuelta, desde la caída de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, en un crecimiento migratorio desordenado que ha dado lugar desde entonces y hasta ahora - en la mal llamada revolución para los pobres de Hugo Chávez- en una progresión desmesurada -y de vergüenza nacional- de viviendas marginales que inopinadamente se ha creado una arquitectura similar entre ellas.

Estas viviendas se caracterizan por ser obras asentadas en las faldas de sus montañas. La totalidad de ellas son precarias con respecto a su sanidad y al confort asociado a la privacidad. Los materiales usados han ido evolucionando con el tiempo y la riqueza del país. Hoy son viviendas construidas de ladrillos y cemento y con un fluido eléctrico a expensas de otros. El sistema de cloacas es funcional pero el sistema de sanidad urbana es de escasa referencia.

La otra ciudad, la grandiosa, la ciudad de los pudientes, quienes se apropiaron, según el arquitecto Fruto Vivas, “de los árboles, los pájaros y las mariposas, que una vez fueron de toda la ciudad, con inmensos campos de golf donde apenas unos cuantos los usan”*, o más bien ha sido, gracias a ellos, los guardianes del futuro, porque sus impecables campos de golf, mantenidos por sus propias expensas, “podrán convertirse en parques” algún día, como se expresó el profesor Marcos Negrón**, pues de haber sido tierra de nadie, ésta hubiese sido vejada por el espíritu de la “rancherización” (de favelas).

Pero el paso del tiempo ha traído modificaciones panorámicas de la ciudad. Las vivienda de la clase media se ha mimetizado a las marginales, compitiendo por el espacio de la montaña y sus vistas, sus colores y materiales; más no de sus olores y privacidad. Solo falta ahora que a los barrios de las viviendas marginales se les adecente, dándoles seguridad, creándoles aceras, canalizaciones de electricidad y telefonía, de iluminación pública y de agua corriente y de aguas servidas. Solo así la revolución de Chávez merecería un aplauso que hasta ahora la clase media honesta le reniega con justicia en dársela: y para con eso su mimetización sería completa.

*La ciudad que queremos publicado en la revista A plena voz, edición 52
**Ex decano de la UCV en una entrevista publicada en la edición 3.13 de la revista Veintiuno