lunes, 22 de octubre de 2007

La justicia del vencedor

Por un lugar de Caracas

En España se discute la transcendencia de lo que se conoce como la ley de la memoria histórica. Hoy en la mañana en el programa televisivo Los desayunos en TVE se encontraban dos cansados personajes de la época, por tanto, ciertamente más próxima a ella que nosotros los televidentes, que debatían sobre la importancia de la segunda república y de la infeliz o feliz experiencia de ésta ley en la historia de la democracia española, y de su relación con la corona española actual. Uno, Manuel Fraga, argumentaba del fracaso de la república, el otro, Santiago Carrillo, argumentaba que tal fracaso no existió, sino que las rebeliones militares que consumió finalmente con el golpe de Estado a la segunda república que dio origen a la Guerra Civil fue la causa de la fallida noble causa democrática. Fraga abogaba por la permanencia de la institución monárquica mientras Carrillo daba gracias al Rey por haber ayudado en la transición democrática de España.

En Venezuela el fallido golpe de Estado de abril del 2002 propiciado por la oligarquía reinante y de un amplio (más no mayoritario) sector de la población venezolana dejó una huella imborrable en las emociones del presidente del país y de sus huestes. Hay un antes y un después de este evento singular en la autodenominada Revolución Bolivariana. Antes en la nación de todos flotaban los deseos de adecentar al país. El después que surge de los vencedores es una replica lacerante hacia los caídos. En España el después se tradujo en la caída de la segunda república con la ensangrentada victoria de la justicia del fascismo franquista que dejó sus secuelas dogmáticas aun luego de la muerte del Caudillo al imponer su voluntad política no republicana.

En Venezuela las consecuencias sociales y políticas no son disímiles. El vencedor esparce su justicia y una voluntad política poco democrática. Venezuela incansablemente tendrá que esperar la muerte política de su actual caudillo para realizar su transición política de plenas libertades y hacer su memoria histórica. ¡Viva la República! En eso tenía razón Simón Bolívar.

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