Recordar (en las revoluciones)
Regresar en los recuerdos a través de la fotografía y la música son evocaciones complejas y similares. Y son estas dos magias del tiempo que nos ayuda a recordar. La fotografía personal nos trae inmediatamente a un recuerdo imaginario de imágenes que flotan imperceptiblemente en la memoria; la chica con quien te diste tu primer beso y que te enamoraste locamente, el hijo bebe que se mantiene apenas de pie con su inmodesta sonrisa, los amigos que ya no ves y los que se fueron en un viaje sin fin, tu padre cuando era joven o el que ya no está, tu abuela quien siempre fue anciana en tus recuerdos, el paseo hacia el altar de la iglesia con la mujer que más querías, el vecindario que lo recuerdas como el de antaño.
Pero nada más sugerente para retraer los recuerdos que encontrarse con el pasado en el presente. Esta sensación de sentirse en el ayer lejano la percibí muy recientemente mientras paseaba por la urbanización donde había crecido. Mis ojos no daban creencia que me encontraba en las mismas calles de ayer; cuales había paseado en el Galaxie 500 de mi mamá, o caminado sus aceras mientras cogía de la mano de mi inolvidable Aloma, o entrecruzaba los dedos de mi soñada Penélope, o pensaba en la chica del último fin de semana con quien había bailado piel a piel; y por lo que latía con fuerza mi corazón ese día. Observar que en estas calles permanecían intactas con sus Mustangs, Montecarlos, Chevy Novas, y Land Roveres, mientras escucha inopinadamente La vi parada ahí de Los Impala, es ciertamente una de las gracias de las irreparables revoluciones latinoamericanas: el poder de la evocación.
Pero nada más sugerente para retraer los recuerdos que encontrarse con el pasado en el presente. Esta sensación de sentirse en el ayer lejano la percibí muy recientemente mientras paseaba por la urbanización donde había crecido. Mis ojos no daban creencia que me encontraba en las mismas calles de ayer; cuales había paseado en el Galaxie 500 de mi mamá, o caminado sus aceras mientras cogía de la mano de mi inolvidable Aloma, o entrecruzaba los dedos de mi soñada Penélope, o pensaba en la chica del último fin de semana con quien había bailado piel a piel; y por lo que latía con fuerza mi corazón ese día. Observar que en estas calles permanecían intactas con sus Mustangs, Montecarlos, Chevy Novas, y Land Roveres, mientras escucha inopinadamente La vi parada ahí de Los Impala, es ciertamente una de las gracias de las irreparables revoluciones latinoamericanas: el poder de la evocación.
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