La revolución bolivariana y su derrotero
¿Es una revolución política proveniente del resentimiento social y de los estratos menos educados el mejor garante para la mejoría de un país? Hay sin duda muchos termómetros de diferentes escalas para medir tal evolución. Hoy no utilizaré ninguna de las usuales graduaciones económicas –niveles de paro y de ingresos promedios- que se acostumbran para dilucidar tal materia, ni el nivel de analfabetismo y de mortalidad infantil ni tampoco las nuevas formulas que expresan el progreso del siglo XXI: el porcentaje de conexión de Internet por banda ancha y la cota de inversión que realiza un país en investigación y desarrollo.
Hay otra medición, algo subjetiva, ciertamente, mas es muy visual, y es en el trato a los muertos y a su lugar de acogida, donde reposan para siempre nuestros seres queridos y no queridos, cual refleja con acierto, el derrotero de un gobierno y de una sociedad. El cementerio es para casi toda la civilización occidental un lugar de respeto. Y en su esmero cuidado es el mejor reflejo que tenemos de nosotros mismos; ya que sin respeto al sitio (donde todos sin exclusión llegaremos) sería la demostración de nuestro propio irrespeto hacia los demás y hacia nosotros mismos como sociedad. Y eso dice mucho de un país. En especial si tenemos a un dilapidado cementerio en uso que evoca la visión escatológica que Buñuel nos muestra en dos de sus películas: “Las Hurdes” y “Tierra sin pan”.