miércoles, 30 de enero de 2008

Extraña coincidencia



Los días me pasan sin haber llevado una cuenta exacta de éstos y me adentro aún más hacia el oeste de este desierto deslumbrante en emociones y luz que he estado recorriendo desde mi salida de Delhi. Creo discernir de la radio un idioma diferente al de la India. La música que sale de ella se ha vuelto melancólica y el locutor suena agitado. Me vuelco sobre mi mapa y me ubico con dificultad. Estoy escasamente a unos 50 kilómetros de la frontera con el Pakistán.

A pesar de percibir un ambiguo ambiente continúo con el afán de descifrar el complejo contenido religioso de este vasto país. El minibús que había contratado me servía de ventana panorámica para ver a esta India incomprensible. Me encontraba por primera vez (y que iba a ser la última) por una carretera de escasa población que los templos privados se mostraban en abundancia cubriendo el vacío de los templos públicos. Iba camino al templo de Deshnoke. Prefiguraba equívocamente lo que iba a ver mas no prefiguraba el misterio de lo incompresible con que me iba a encontrar: el enigma de Karni Mata y de las coincidencias.

Karniji o Karni Mata (otra de las complejidades del hinduismo) es la encarnación de la diosa Durga cual castigó al dios de los muertos, Yama, al privarle de nuevas almas (de la casta de los trovadores por no haberle concedido su deseo de resucitar un alma de esta casta) reencarnándolas en ratas. En mi divagación sobre estas complejidades de dioses -pues Durga es también la diosa Parvati-, de reencarnaciones y de resucitaciones y de encarnaciones, de muertes y de almas errantes, de cielos y de infiernos, le pregunté a mi guía sobre el contenido de la radiodifusión. “Benazir Bhutto había sido asesinada”, me dijo con cierto tono de desconcierto, hacía escasos minutos. “¡Qué extraña coincidencia de factores!”, me dije a mí mismo. Solo a 50 kilómetros está Yama.

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lunes, 28 de enero de 2008

Báscula (IV)

Bikaner, Rajastán

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viernes, 25 de enero de 2008

El poder de la báscula (III)




La India es un gran bazar. Nada para reconocer que tal que observar la profusión de básculas en sus tiendas. Mil y una cosas se venden por peso; desde víveres a cosméticos y, sin olvidar, el oro y la plata, en forma de joyas, refugio de la riqueza de las mujeres de las castas más bajas. Las transacciones comerciales diarias del pueblo están relacionadas con la actividad de pesar. En las tiendas y en la buhonería el comprar arroz, harina, lechugas, garbanzos, clavos, cadenas, caramelos, especias, nueces, polvo de bermejo, un sinfín de objetos se someten a básculas de incierta precisión.

Durante mi recorrido por algunos esparcidos caseríos del desierto de Thar, y, más precisamente por la aldea de Alsisar, presté especial atención al raudal de básculas de variados tamaños y tecnologías con pesas a simple vista de dudoso peso. Aún así observé que las actividades de comprar y vender se realizaban con poca discrepancias al no escuchar mucha algarabía ni ver gestos que demostraran rechazo entre las partes. ¿Será esto una demostración de ingenuidad o es una muestra de honestidad? Una vez más la dificultad de comprender para el no indio la impenetrable cultura india muéstrasenos en la sencillez del poder de la báscula.

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jueves, 24 de enero de 2008

Báscula (II)

Caserío del desierto de Thar

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miércoles, 23 de enero de 2008

Báscula (I)

En una tienda de una aldea del desierto de Thar

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martes, 22 de enero de 2008

Ambigüedad


Aldea en el desierto de Thar

Tienda de Hutch (Vodafone) en el desierto de Thar

La modernidad de la India está oculta, salvo en la codicia de los Wall Street del mundo, en la tiendas de telefonía móvil -que también sirven para otros menesteres- y en la impecable recepción de éstas señales; pues por lo demás, la India no ha dejado los albores del siglo XX. Su sistema de transporte generalizado está compuesto por animales -bueyes, dromedarios y vacas-, triciclos motorizados o de tracción de sangre, autobuses en descomposición metálica abarrotados de gentes, trenes malolientes, que solo la exclusividad de su primera clase conjugada con la búsqueda de la añoranza de vivir los personajes de la novela de Forster o, mas recientemente, la película de Wes Anderson, Viaje a Darjeeling, hace tolerable viajar en ellos. En pleno desierto de Thar me encontré con esta ambigüedad de país. Que además es reflejo real de esta forma de vida de la India que sigue anclada en un lejano pasado. Quizás sus niños que observan a la modernidad restarán eventualmente a la confusión.

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lunes, 21 de enero de 2008

Desde la terraza…del desierto de Thar


Desierto de Thar

Puntualmente son las 6 de la mañana y desde la terraza de mi hotel recibo mi primera impresión del extenso panorama del desierto de Thar. Muy cerca oigo los incesantes primeros rezos matinales de las mezquitas –a pesar de no verlas- que eran para mí la continuación de toda una noche sombría de cantos de angustias, de cantos funerarios, de cantos de dolor, de cantos de penas, de oda a la tristeza y del sufrimiento de la perdida.

Me extasío con el frío de la mañana y ante un horizonte inusual a mi vivencia. Los colores y la arquitectura no son los mismo que transporto en mis recuerdos. El suave olor de la madruga con su pálida neblina arropaba escasamente el paisaje de lo que había sido una noche triste, para otros. El cendal brumoso de la mañana empezó a ceder ante mis ojos llevándose consigo los desconsuelos de la noche. Y ante mi me dejó la visión de un pequeño pueblo de estructuras geométricas y de colores cálidos. Que descubriría más tarde esa mañana.

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domingo, 20 de enero de 2008

El hombre y el dromedario

Alsisar, Rajastán

En mi segundo día en la India –aunque he tenido tanto extrañamiento que el tiempo que marcaba mi reloj no era el mismo que he sentido- rumbo hacia un pequeño pueblo del Rajastán para pasar la noche de mi primera jornada de un extenso viaje al interior de la India del desierto que viene del Pakistán y del Afganistán. Pasaba ante mí imágenes inequívocas de una India ya vista por mí en revistas y documentales, en novelas y ensayos. Me tocaba ahora aceptar o desechar la vivencia de mis imágenes hechas a medida de lo leído y de lo visto por otros. Era el tiempo de construirme mis propias imágenes.

La India rural (y la urbana no en menor medida) es esencialmente dependiente de los animales para sus labores diarias: para el transporte y para arar la tierra, para la carga y para la comida. Inclusive para lo sagrado. Esta dependencia hace de la India un país que sus habitantes conviven con sus animales. Llega a tal maridaje de compenetración que los propietarios de los animales se mimetizan el uno con el otro. Es así lo mismo con mis imágenes interiores (esas que solamente veo yo) que mimetizo artificiosamente en imágenes reproducidas. El hombre y el dromedario es una de ellas.

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sábado, 19 de enero de 2008

Peaje libre para los "Forjadores de libertad"

Godd Balawa, Haryana

TOLL FREE for FREEDOM FIGHTERS

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viernes, 18 de enero de 2008

En un mundo de cartón

Al cruzar la frontera al Rajastán

Soy persona de ciudad. El campo es algo que visito para sentirme liberado del agobio del gentío. En la India esto no es posible. El campo de la India como toda ella es un sentimiento de ilusión, una quimera. Mis distantes recuerdos fueron evocados con simplicidad durante una breve pausa de mi largo recorrido por estos infatigables campos. De niño mi afición, además del afán del cómic y que cuya colección fue disipada por mi madre en un acto de impaciencia, logré no sé cómo, salvaguardar algunos de mis decenas de carritos de juguete, Corgi Toys. Entre ellos hay un tractorcito que es copia infiel de este Eicher; o así creo, pero la sensación de encontrarme en un mundo de cartón, dentro de una de mis comiquitas esparcidas en el mundo de los sueños, es tan real, que lo ilusorio de mi recuerdo se hace realidad en mi impermanente vigilia.

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jueves, 17 de enero de 2008

Maya

Por algún lugar del Haryana

Mi primer contacto
con la India profunda,
la de los campos verdinos,
la de las tradiciones sin fin,
la que dijo no a la infatigable cultura occidental,
la de los templos esculturales y de los colores fulminantes,
la de las mujeres de inusual belleza, las mujeres del Haryana,
esta es la India del mundo de la ilusión, de la apariencia, de maya.

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miércoles, 16 de enero de 2008

El extraño con un objetivo

Delhi, India

Durante mi salida de Delhi el insolente tráfico de madrugada me requirió realizar una pausa para tomar un té mañanero en un barrio colindante con el barrio musulmán de esta ciudad. Allí, mientras con menos recelos que ayer, observaba con inquietud nuevas experiencias visuales, me topé con los sijs, esos infrecuentes discípulos seguidores del sijismo, confusa religión (como todas) que combina creencias del hinduismo y del islamismo para forjar otra nueva verdad religiosa. Creen en un Dios único y la reencarnación. Desechan el sistema de castas y creen posible la liberación del ser humano y alcanzar la morada de Dios mediante la práctica de la integridad moral. Pero al final son como todos, prefieren mirar al extraño con un objetivo, que a la guapa mujer del sari rojo. Para mí ambos son extraños.

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martes, 15 de enero de 2008

Saliendo de Delhi


Saliendo de Delhi


Muy temprano en una mañana emprendí la carretera que sale desde Delhi rumbo al Rajastán. No sin antes, con mapa y guías turísticas en mano, visualizar el recorrido ya contratado desde hace tres meses. 3.500 kilómetros por carretera esperaban por mí. No imaginaba aún el verdadero significado de tal aventura. Me iba a adentrar al campo, al desierto, a las grandes llanuras y a pequeñas montañas sinuosas, al centro de la creación del universo de Brahma esperaba incluso llegar.

Lo que para mí había sido normal, contratar un vehículo desde mi apartada comodidad de mi escritorio en Madrid, para que me transportara sin sobresaltos y bien refugiado del calor, del frío y del incansable polvo, jamás había pensado en la penosa dificultad del transporte básico que carece la población india. Tal y como lo hacía Octavio Paz, comparaba a la India con mi país, era una manera de aproximarme a vislumbrar el laberinto de la India, lo ineludible, lo siempre visible: la pobreza.

Mientras salía de Delhi, un trayecto por sí mismo, largo –más de una hora para salir de ella- y ruidoso, con bocinas trepidantes sin pausa alguna, vehículos que van y vienen sin ningún orden predecible, frenazos y humos malolientes que envuelven a la ciudad con sus sonidos y llanto gris, una masa de gente que cruza sus calles como aceras, vacas sin dueños que se mueven a sus anchas, dromedarios que llevan carga a cuestas, gente que se apila en vehículos y trenes y que ocupan las aceras como vivienda, me aproximé fugazmente a lo que es la India: es su gente, el “aspecto humano”, como dijo Alberto Moravia, que prevalece sobre el paisaje y su naturaleza, sobre su arquitectura y sus ciudades.

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lunes, 14 de enero de 2008

El color de lo banal con lo sacro


Nueva Delhi, India


Pretender categorizar a la India desde una visión occidental es un ejercicio fútil. Una simple aproximación es quizás lo único alcanzable. Mas si hay algo con que se pudiera tipificar a tan vasto país, son sus violentos matices de colores, que impregnan absolutamente todo: a sus mujeres, a su publicidad, a sus dioses, a su música, a sus danzas, a su cine, a sus especias, a su día a día. Desde lo más banal hasta lo más sacro tan impetuosos coloridos se apoderan de nuestros sentimientos. Tenemos a los salvajes colores de un insustancial quiosco de fotografía que se agota en el tiempo (e imita a Occidente con sus aguas y Pringles), y, a los colores de las telas de un comerciante que conjuga con sus paños y guirnalda, ofrendas a su dios en su privado tabernáculo.

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domingo, 13 de enero de 2008

A la hora del té

Vieja Delhi (alrededor de la mezquita Jama Masjid)

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viernes, 11 de enero de 2008

Wildlife of India

Nueva Delhi


Wild-Colors of India
Jaipur


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jueves, 10 de enero de 2008

Espiritualidad por el móvil

Mezquita Jama Masjid, Vieja Delhi

Luego de mi visita por el barrio y el mercado mahometano de la Vieja Delhi consideré que era necesario que visitase la que es quizás la mezquita más grande de la India, Jama Massid. Ésta es una esplendorosa mezquita que con sus inmensos espacios abiertos y altísimos minaretes dibujan el cielo de la ciudad. Ella se impone con su hermosura para recordarles a los hindúes que Mahoma también forma parte de la colmena religiosa de la India. Tan exuberante mezquita fue construida por el mismo arquitecto que construyó el mausoleo Taj Mahal.

Hice el firme propósito de visitarla con suficiente pausa para permitirme sentir la religiosidad de tan sacrosanto lugar. Obvié en la medida de lo posible a los mirones (yo siendo uno de ellos) para adentrarme en nuevos sentimientos. Observé que los fieles de la mezquita eran todos hombres. Su religiosidad y sus aparentes discusiones (cuál no entendía) del Corán (o así creo) me decía que las mujeres no tienen sitio importante dentro de esta religión. También recordé que las mezquitas sirven como púlpitos políticos. Caso muy flagrante fue el de inmediatamente después del asesinato de Indira Gandhi, cuando el Shahi o el Royal Iman, utilizó su prestigio para predicar una posición política desde la tribuna religiosa de esta mezquita.

También observé que aunque el rito, la vestimenta, la presencia física de sus feligreses y de sus religiosos, que dan apariencia de una religión de lejanos tiempos, la modernidad está también sutilmente presente; prueba de esto que uno de los tres hombres en la fotografía está quizá en comunicación con su espiritualidad por el móvil. Y esto nos avecina para ver que el comportamiento de las tres religiones de origen semíticos han orillado la prédica religiosa para hacer de ella un moderno púlpito explosivo que mezcla religión con política.

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miércoles, 9 de enero de 2008

Mercado sólo para hombres (y para el sacrificio)

Meena Bazar Jama Masjid, Delhi

La India es un país esencialmente hinduista, a pesar que persigue el pluralismo religioso, no por ello ese pluralismo signifique que abrace por igual a todas las religiones. Sobre este tema hablaré en un aparte. La India se vio dividida desde su nacimiento como país soberano en tres países: Pakistán, Bangladesh, y la India misma, todo por la religión. Mahatma Gandhi, su hija política (por su casamiento con un mahometano hijo adoptivo de Gandhi) y dos de sus nietos, fueron asesinados por motivos religiosos. La inmensidad de la India hace que cualquiera cifra sea motivo de grandeza. El ochenta y tanto por ciento de la población de la India son esencialmente hinduistas (en su más amplia concepción), el resto es musulmán, haciendo de la India el segundo país que alberga la mayor población mahometana del mundo: más de 140 millones.

Durante mi primer día en la India planifiqué confrontar estas dos religiones. En la mañana recorrí Nueva Delhi y visité algunos templos hinduistas. En la tarde algunas mezquitas. Mientras me trasladaba de Nueva Delhi a Vieja Delhi visité un bazar musulmán. A diferencia de los bazares hinduistas, los bazares islámicos están repletos de hombres y, las mujeres que reinan por doquier con su exuberante belleza en los mercados públicos hindúes, ellas son ocultadas de su presencia física como seres pecaminosos de los bazares mahometanos. Los animales se sacrifican en el islamismo mientras en el hinduismo se les salvaguarda. Dos concepciones de la vida que cohabitan en un mismo territorio. ¿Alguna cederá?

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martes, 8 de enero de 2008

La rueda de la vida

Templo Lakshmi Narayan, Nueva Delhi

Emprendí un fascinante viaje de descubrimiento y entendimiento: lo primero ha sido una fascinación visual, lo segundo ha sido un complejo enjambre de sentimientos metafísicos y religiosos, que para empezar a comprender tan enmarañada diversidad de creencias, comienzo por lo imposible: la comprensión de la mitología hindú y su creencia en la transmigración, todo esto en relación con su concepto de la rueda de la vida. (Para occidente el símbolo hindú de la rueda de la vida -la esvástica- es terror, para la India, representa los cuatros fines de la vida humana (purushartas): kama, artha, dharma y moksha.)

Llegué muy tarde durante la madrugada la primera vez que pisé suelo indio. La oscuridad de la noche y el cansancio físico me dejó posponer cualquiera importante primera impresión para el día siguiente. Muy temprano en la mañana luego de escasas horas de sueño salí a recorrer las calles de Delhi que paseaban por mis ojos como caramelos multicolores. Mi primera parada fue el templo hinduista a la diosa Lakshmi. Esto es la India, colores y religión, misticismo y un tiempo singular: un mundo incomprensible para occidente.

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