miércoles, 24 de diciembre de 2008

Feliz Nochebuena

Madrid 2008

Merry Christmas

domingo, 21 de diciembre de 2008

El dragón y Don Quijote

Consuegra, Castilla-La Mancha

The Dragon and Don Quixote

La incertidumbre es innata en nuestro quehaceres diarios. Creemos que sabemos qué se nos avecina, pues pensamos que el mundo es más predecible o comprensible que la realidad nos muestra. No admitimos que no sabemos qué pasa y aún más que nadie sabe lo qué pasa. Dentro de este contexto salí a recorrer el capítulo VIII de la aventura de Cervantes y su Don Quijote. Muy temprano una mañana fríamente otoñal emprendí viaje por la carretera que me llevaría a Consuegra, el pequeño poblado de los molinos de vientos de Cervantes, a cuales Don Quijote se enfrentó en una compulsiva lucha con enemigos soñados.

Entre lo soñado por Cervantes a través de Alonso Quijano y lo batallado por Don Quijote –el soñado de Quijano-, nos encontramos con el dilema de Cervantes: su duda de la certidumbre, al emprender a Don Quijote en una lucha contra gigantes malhechores para hacer batallas contra lo imposible con su inseparable y derruida lanza y la fe en Dios y con su cansado y huesudo caballo. Al Hidalgo le había dado el talante de soñar con la (pero inalcanzable) victoria ante sus invisibles enemigos. Y por otro lado, estaba su inseparable escudero, Sancho, que no veía nada de lo que su Caballero veía y, que para él, eran tan solas inmensas rutinarias aspas que rotaban al ritmo aleatorio del viento de las estepas del valle de su amo: Castilla-La Mancha.

Sancho le respondía a Don Quijote que los rufianes a quiénes se iba enfrentar no eran más que aspas de molinos de vientos. El ilustre Don Quijote se ofuscó y le reprendió diciéndole, que su poca valentía le hacía balbucear mentiras como excusas para evitar dar batalla como hombre valiente que no era pues estaba consumido por el miedo. ¿Había querido Cervantes presentarnos con este dialogo entre sus dos principales personajes mostrarnos la incertidumbre del ser humano y cómo hay diferentes verdades ante un mismo acontecimiento? (Este argumento es similar al filme Rashomon de Kurosawa donde se debatía la verdad sobre la muerte o el asesinato de un hombre contado a cuatro voces, inclusive por el mismo muerto. Cada quien tenía su propia versión de lo ocurrido, de un hecho en que todos lo habían presenciado al por igual.)

Pero no es esto lo que deseo elucubrar. Mis pensamientos se dirigen al pie de los cerros donde Don Quijote batalló a infames forajidos conjuntamente con su agotado y hambriento Rocinante –que tenía más bien el aspecto del asno de Sancho- y su armadura y lanza en ristre. Para Sancho, su amo en esta aventura había enloquecido, pues batallaba a sendos molinos de vientos. Cervantes colocaba así a sus personajes entre el filo de la frontera de lo real y lo irreal. Algún incógnito grafitero –pues no dejó su firma- había comprendido la dicotomía de Cervantes entre lo soñado y la vigilia, y para ello había realizado una pintada en estos cerros cervantinos alusiva a esta frontera. Al pintar a un mitológico dragón, que simboliza la imposibilidad de enfrentarse victoriosamente a tan fortísimo animal, alude con ello al fracaso del visionado combate de Don Quijote con estos gigantes desaforados. Entre soñados y sueños está además Alfonso Quijano que sueña con el ilustre Don Quijote; y es solamente Sancho, su criado aventurero, quien parecía imposibilitado de soñar -a pesar que acompaña a Quijano ahora Don Quijote en esta aventura-; pues para ello está el mismo Cervantes que con su pluma daba el don de soñar.

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jueves, 18 de diciembre de 2008

Molinos de viento (de Don Quijote.)

Consuegra, Castilla-La Mancha

Windmills (of Don Quixote.)

“En esto descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo, y así como Don Quijote los vio, dijo a su escudero: la ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o poco más desaforados gigantes con quien pienso hacer batalla, y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer: que esta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra. ¿Qué gigantes? dijo Sancho Panza.

Aquellos que allí ves, respondió su amo, de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas. Mire vuestra merced, respondió Sancho, que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que volteadas del viento hacen andar la piedra del molino. Bien parece, respondió Don Quijote, que no estás cursado en esto de las aventuras; ellos son gigantes, y si tienes miedo quítate de ahí, y ponte en oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla.”

Capítulo VIII, El Ingenioso Hidalgo de Don Quijote de la Mancha

viernes, 12 de diciembre de 2008

César Paternosto


Había sido un coleccionista inocente. Siempre he amado el arte y compraba cuadros, esculturas, fotografías y libros de artistas. Admito que mi diligencia no ha sido rigurosa y que mis compras era por la pasión de la imagen misma. No reparaba en conocer la tendencia artística del pintor o si se enmarcaba en alguna escuela o estaba en la vanguardia del arte. Me bastaba con entrar en una galería, y si mi ojo acertaba hacia una obra en particular, me servía con pararme frente a ella y dejaba que mis emociones fluyeran sin frontera alguna. Podía quedarme frente a la obra horas hasta decidir si mi sangre sentía la ebullición de la no separación.

Mi colección es ecléctica y gira entorno a obras que no distan muy lejos del agrado de mis huéspedes. Son netamente figurativas y aparentemente ligeramente fáciles de comprender. Para la mejor comprensión me bastaría con nombrar a algunos de las obras que cuelgan en mis paredes: Armando Morales, Trino Sánchez, Juan Cárdenas, Héctor Poleo y Alirio Palacios y esculturas de Abigail Varela entre otras . Al paso del tiempo y mientras ejecutaba mis propias fotografías iba cambiando mi manera de ver el arte. De mi interés en imágenes que se reproducían bien en platino fui alejándome de tal forma de ver el mundo. El color fue mi revelación e iba sustituyendo progresivamente el satinado del blanco y negro por imágenes de tenues coloridos y de profundos espontáneos colores.

Progresivamente iba descubriendo artistas como Lucinda Devlin, Francisco Hung, José Manuel Ballester, Sarah Grilo y Edgard Burtynsky, que con sus imágenes tan dispares de unos de otros, me abrían una visión diferente al mundo que tenía delante de mis ojos. Pero no fue sino hasta que descubrí la obra minimalista de César Paternosto que aprendí una manera de concebir imágenes en mi fotografía. El trabajo de Paternosto que se inspira en el arte precolombino traído a la vanguardia del minimalismo, es una obra de excelencia y de sublime creatividad, que solo puede ser concebida con nociones precisas de la historia y del sentimiento profundo y sensible de estar cerca de esa frontera de lo imaginado y de lo real.

Me fue imposible no caer en la tentación y adquirí una obra de este gran maestro del pincel, que hizo que mi modesta colección de pinturas se inquietaran (no así me colección fotográfica) por la irreverencia de una obra tan disímil a las de mi colección. Opté por concebir y remodelar un área de mi casa para colgar en soledad tan vasto cuadro. Conjugué su minimalismo con el arte precolombino, tal y cómo Paternosto seguramente lo había visualizado, mientras dirigía su pincel y espátula en crear tan hermosamente simples y complejas líneas, que se encuadran aparentemente más allá del lienzo, creando una tercera dimensión que nos deja ver un poco más de lo que nos sugiere, dejándonos la poesía de la imaginación.

jueves, 4 de diciembre de 2008

1929 – 2008

Calle de Lagasca, Madrid


"La historia y las sociedades no gatean: avanzan a saltos" Nassim Taleb, El cisne negro.

No hace poco las noticias de la severidad del ajuste a la riqueza parecía cosas de los ricos. Lo que caía eran las bolsas financieras –y siguen en caída libre a pesar de saltos engañosos- y la prensa escribía de burbujas inmobiliarias. El vulgo se ajustaba a pagar más por sus hipotecas y se creía que el ajuste se sentiría en una caída moderada de los precios de inmuebles. A pesar del ejemplo que se daba al otro lado del océano –donde los precios eran de vértigo bajista- se anotaban que la crisis no sería mayor que los de allá. Apostaban a que Europa y la misma España eran diferentes.

Era imposible creer que la riqueza fácil podría disiparse cómo los vientos del Caribe, pues se creía, que esta riqueza provenía del trabajo creativo únicamente y no de la especulación y de las dadivas de otros países de la Unión Europea que financiaban el crecimiento artificial de la economía española. (Al igual que en EE. UU. se financian de los fondos soberanos.) Se importaron gentes para el trabajo deficitario que los españoles consideraban indignos de ejercer. Ingentes españoles escalaron posiciones sin la debida formación. La súbita riqueza les hizo menospreciar su verdadera posición económica y creyeron que con sus tarjetas de créditos, hipotecas, letras del coche eran ahora más ricos y que sus irreales sueldos serían de por vida.

Ha llegado la hora que la ilusión toque lo real. El desempleo toca a todos por igual y quizás con mas dureza al español; pues los inmigrantes están dispuesto a migrar en busca de trabajo y el español se bate contra la injusticia del ciclo económico. Perseveran en ajustar las cuentas con la inmigración ofreciéndoles pasajes y dinero para que salgan de España sin pasaje de regreso. En algo hay una verdad: los inmigrantes fueron responsables del auge y de la caída del sector de la construcción y del servicio y del mantenimiento de la agricultura: pues han sido ellos los que construyeron las viviendas de los españoles y turistas y, ellos han sido también, los que recolectan las uvas del vino español y las naranjas y melocotones del campo, y son los que friegan los platos sucios, las mesas, pisos y váter de hoteles y restaurantes. Y son ellos ahora los primeros en perder su salario. (O así se cree.)

No solo mi querida España camina estos delicados poblados senderos sino Italia con más dureza había emprendido una torcida senda al expulsar a ciudadanos europeos porque no les gustaba el color de su piel. Luego debieron repensar sus hechos al ver que sus ancianos se quedaban sin el debido cuido y sus viviendas no recibían el favor de la limpieza y de la cocina diaria. Francia se había embarcado en lo mismo al llamar chusma a sus propios ciudadanos por el hecho de ser musulmanes. Y París y Francia se incendió por semanas.

El espejismo de la vida fácil en Europa y EE UU se evapora y ahora los cambios de dirección deberán apuntar hacia una sociedad más justa a largo plazo. Mientras estos cambios implacablemente se nos revela veremos todavía escaparates vacíos y escaparates llenos uno al lado del otro. La reminiscencia de ambos escaparates han sido vertiginosamente impecable. Uno es la soledad de la perdida y la otra el escapismo de la realidad. Ambos son necesarios.

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